Luna creciente.

Griffith asintió con el rostro y colocó su miembro en la entrada de la joven, apretando a penas para que el glande empezara a penetrarla pero sin hacerlo de manera brusca.

-Bien... así.. separa tus piernas -dijo separando él sus nalgas, presionando un poco para que fuera entrando cada vez más y deteniéndose aún cuando el glande no estaba todo dentro- Mueve tus caderas y ve haciendo que entre por ti misma, así no te dolerá tanto..

Hice lo que me pidió y aunque dolió bastante, no fue tanto como yo esperaba. Aun asi, estuve a punto de rendirme a mitad de camino. Me obligué a seguir. Comencé a moverme como me habia dicho antes, y poco a poco, mi cuerpo fue acostumbrandose y el dolor desapareció. Y luego de la desaparicion del dolor, vino el tan esperado goce.

Griffith consiguó introducir todo el glande y luego prosiguió entrando para llegar hasta dentro del todo, retirándose un poco y volviendo a meter, a penas unos centímetros para que pudiera terminar de dilatarse y en unos instates pudiera hacerlo de forma más profunda.

-Mmmmm... Me gusta tu cuerpo, Miyuki -dijo muy suave y sensual, lamiendo entonces su espalda- Métete los dedos para seguir gozando de forma doble, seguro que estimulándote lo pasarás mucho más bien -su mano atrapó uno de sus pechos, presionándolo mientras seguía con los suaves movimientos de cadera- Así.. parece que me absorbe...

- Que bueno que te guste- dije entre jadeos. Empecé a tocarme, y eso me enloqueció. Cuando pensaba que ya no podia sentir un placer mas intenso, las sensaciones que me invadian lo desmentia. Estaba sumida en un trance del cual no estaba segura si podria salir.
- Por favor, un poco mas fuerte.

Griffith aceleró sus embestidas mientras entreabría los labios para tomar aire y respirar, sintiéndose extasiado por aquello, oyendo a la muchacha y sonriendo de vez en cuando para sentirse satisfecho con lo que ambos hacían

Aunque tenía aguante parecía que éste empezaba a terminar puesto que sentía el orgasmo bastante cerca.

-No me falta mucho para correrme... en qué agujero quieres que terminemos, princesa? -preguntó acariciando sus pechos mientras seguía embistiendo

- Elije el que mas te guste, yo tambien estoy por correrme. Hazlo donde te plazca...- dije gimiendo. Estaba quedandome sin aire, pero lo mejor de todo era que no me importaba en lo mas minimo.
Luego de unos instantes le pregunté:- ¿Te falta mucho? No podré aguantar mucho mas..

Griffith sonrió y luego sacó su miembro, penetrándola por la vagina y embistiendo fuerte, cerrando los ojos, sintiendo unas ganas enormes de eyacular.

El orgasmo pronto llegó a su cuerpo y no pudo evitar eyacular dentro, dejando el semen dentro de la muchacha, saliendo después cuidadosamente y recostándose en la cama, respirando agitado.
-uf... uf... -le miró, sonriedno- Perdona por correrme dentro... espero que no pase nada... mmmm

Cuando se metió dentro de mi nuevamente, no pude contenerme y me corri. Instantes despues lo hizo el. Era tanto el placer que sentia, que creo que grité en ese momento. De todas formas, no me importaba.
- No importa, me gustó que te corrieras. Y no me importa lo que pase
Me recosté a su lado, y lo abracé.-Sabes, me haz hecho saber las cosas deliciosas que puede ofrecer la vida. Te voy a estar eternamente agradecida.

Le miró unos instantes y tras ello le besó los labios, acomodándose mejor al lado de la chica y luego bostezando.

-Tendríamos que salir de aquí, Miyuki, no creo que al enterrador le haga gracia ver el cuerpo con el que jugué y en su cama dos demonios desnudos después del sexo, no quiero matar a nadie más por hoy -comentó estirándose y luego tomando algo de ropa- Vístete, iremos a mi casa.

Me limpie lo mejor que pude, y estuve a punto de comenzar a vestirme, pero me distrajo una cuestión.
- La verdad me sorprende un poco que me invites a tu casa. Pensé que lo primero que harias seria despedirte y dejarme sola aqui, pero es una buena idea que vayamos.
Algo habia cambiado definitivamente en mi. Me sentía bien conmigo misma, no me arrepentia de nada. Pensaba que seria todo lo contrario, pero no fue asi. No me avergonzaba en lo absoluto. Y eso me hizo muy feliz.

Estiró su cuerpo y dio media vuelta para mirarla.

-Venga, vamos -dijo con una pequeña sonrisa- No quiero que te resfríes, princesa -se acercó a ella, volviendo a besarle, pasando sus labios por el cuello lentamente, saboreándolo- Por cierto, antes de irnos... Dime tres defectod y tres virtudes que poseas, cariño

- Mmm, tres defectos y tres virtudes...-dije. La verdad nunca habia pensado que me preguntaria una cosa asi, asi que me tomó por sorpresa.- Déjame pensar. Defectos, pues...Soy un poco rara para ser demonio. Y mis virtudes estan bastante emparentadas con mis defectos. Me fijo en estupideces en las que otros no se fijarian jamas, pero eso me permite darme cuenta de cosas que otros no. Es muy dificil que pierda la calma, pero cuando eso pasa, me dejo llevar demasiado por mis impulsos. Y soy muy indecisa, pero una vez que tomo una decision, esta es inamovible.
Me acerqué a el, y luego de besarlo, le pregunté con una sonrisa, intrigada -¿Cumplo con tus expectativas?

Asintió a penas con el rostro y la tomó de la mandíbula, besándola tenuemente.

-No te voy a llevar a mi casa si eres uno de esos seres que no sabe ni pensar, me da un poco de repelús -comentó estirándose y luego apretando uno de sus pechos, sin hacerle daño- Además, tienes un cuerpo inexperto que me da placer y diversión -plapó entonces su cabeza, levantándose para arrojarle la ropa- Vístete, venga. A las 12 llega el hombre del cementerio y si mato más humanos al final me van a regañar, jaja

- Que forma tan amable tienes de alcanzarme mi ropa-bromeé. A esas alturas sabia muy bien que para él, no era mas que un cuerpo, pero no me importó, para mi tampoco era mas que eso. Los dos sabiamos que tipo de relacion teniamos, si es que a eso se le podia llamar relacion. Ese conocimiento garantizaba que no hubiera malentendidos con los que hubiera sido odioso lidiar.
Terminé de vestirme en silencio, y cuando hube terminado, lo abracé. Me gustaba el contacto con su cuerpo.
- Estoy ansiosa por conocer tu casa.

Acarició su cabello y le besó los labios, pasando la mano por su escote y colocándo él la parte de arriba de su ropa junto la gabardina. Se levantó, su cuerpo era igual de delgado tanto vestido como desnudo. Abrochó sus ropajes, resaltando su figura un tanto ambigua y luego sonrió.

-Vamos princesa -dijo extendiéndole la mano- ¿Puedes levantar o te duele demasiado? -bromeó tomándole en brazos durante unos momentos y mirándola- Estás hermosa.

- No creas que por ser mujer soy tan debil- dije esbozando una gran sonrisa-. Aunque es agradable que un galante caballero como tu se preocupe por mi. Y gracias por el elogio. Creo que no hace falta que te diga que tu eres increiblemente bello. Seguramente nos vemos bien juntos.
Acepté la mano que me ofrecía y me puse de pie.

Griffith sonrió a penas y empezó a andar lentamente, saliendo de aquel lugar con una pequeña mueca de tranquilidad, tomado de la mano de aquella chica como si realmente fueran una pareja de recién enamorados.

Empecé a caminar lentamente, tomada de la mano de Griffith. No pude evitar notar lo raro de la situación. Cualquiera vería a una pareja de felices tortolitos, cuando la esencia de la relacion era muy diferente. De hecho, no podia estar mas alejada de aquel concepto cursi. En cualquier caso, me divirtió el contraste de la situacion. Miré a Griffith. Tenia una expresion de autosuficiencia en el rostro.
- Te ves muy contento...

Griffith ladeó el rostro y sonrió.

-Será porque el sexo me desahoga -musitó mirando nuevamente en frente y andando como si nada. Él era amable y caballeroso si lo deseaba, pero también vil y horrible cuando lo prefería.

Suspiró, prosiguiendo con el camino.

Pasó una hora antes de llegar a su casa y en el transcurso estubieron hablando.

-Mmmmm... -llegaron entonces y Griffith la hizo pasa. Era una mansión enorme- Acomodate donde quieras. Iré a sacarme esta ropa... -musitó desapareciedo.

VOlviendo a hacer acto de presencia tras unos momentos vestidos con ropas anchas y cómodas, oscuras

Mientras caminabamos a la casa de Griffith, lentamente, fuimos hilvanando retazos de conversacion, mayormente, sobre cosas sin importancia.
Cuando llegamos a su casa, admiré lo bello e imponente del edificio. Me hizo pasar y acto seguido desapareció. Me acomodé en un mullido sofá, que no se encontraba muy lejos. En eso apareció nuevamente, vestido con una holgadas ropas. Por suerte yo estaba acostumbrada a usar ropas bastantes comodas, aunque me lamente no poder cambiarme. Me di cuenta que mi piel, mi cabello y mis ropas, estaban impregnadas con su aroma.

Se levantó un poco el jersey para rascarse el abdomen y luego la miró.

-Si quieres date una ducha. Tengo ropa ancha con la que podrás dormir cómoda -comentó yendo hacia la nevera y sacando una cocacola- Si quieres algo para beber o comer sólo cógelo, no hace falta que pidas permiso.

Iba descalzo por lo que se tumbó en uno de los enormes sofás libres, con un libro en la mano.

-Anda, ve al baño, te esperaré.

Me hizo sentir como en casa todo lo que me habia dicho. Me dirigí al baño y me di una larga y relajante ducha. Mientras, pensé en todo lo que me había pasado ese día. Realmente había sido extraño. Nunca me había imaginado que la primera vez que estuviera con alguien sería así. Aun que ahora que lo pensaba mejor, no me habia creado expectativas con respecto a las circunstancias. Terminé de ducharme, y me dí cuenta que no había llevado ropa. Me envolví con una toalla, y volví con Griffith.

Griffith oyó los pasos de la muchacha y levantó la mirada, sonriendo.

-¿Ya terminaste? -la miró de arriba a abajo y él mismo se levant´, dejando el libro a un lado y andando hacia ella- ¿Cömo te atreves a ponerte sin ropa delante de mí? -dijo en su oido mientras besaba su cuello lentamente- Soy un hombre y soy débil a este tipo de cosas. Te gusta torturarme ¿verdad? -susurró colocándola contra la pared, sin tocar su toalla- ¿Quieres que traiga tu ropa? -dijo con otra sonrisa maliciosa

- Si, me encanta torturarte asi- dije mimosa, susurrando a su oido, mientras besaba su cuello- Por favor, traeme ropa, que yo me la he olvidado. Le verdad era que si hubiera querido, podría haberme vestido con la ropa que tenía puesta al llegar, pero no pude resistir la tentación de hacer aquella travesura.

Griffith juntó su cuerpo con el de la muchacha y luego sonrió más, apartándose después. No iba a dejarse guiar por sus instintos.

Fue hasta su habitación y tomó unos pantalones uqe llevaban un pequeño cordón para ser ajustados y luego una camiseta ancha y negra.

-Aquí tienes -musitó ofreciéndosela, volviendo a separarse para luego sentarse nuevamente al sofá y cruzarse de piernas, mirándola unos instantes y tomando el libro de nuevo- Hay habitaciones de sobras, puedes dormir donde quieras, princesa.