El abismo -priv-

Me dijo su nombre, para luego volver a besarme. Sus manos comenzaron a hurgar entre mis ropas hasta abrirse paso hasta mi piel. Abrí los ojos, y muy suavemente, aparté sus manos de mí.
-Es un placer Shirogane. Yo soy Miyuki. Espero por tu bien que no estés pensando hacer lo que yo creo. Estás muy equivocado si piensas que soy ese tipo de mujer.
La única vez que había estado con alguien lo había conocido en aquel mismo lugar, y me había entregado a él sin pensarlo esa misma noche. El sufrimiento que me había causado había sido mucho, y aunque luego eso me permitió ser feliz con Genji, no iba a cometer el mismo error dos veces.

Me quedé mirándole inmóvil mientras se excusaba. Su explicación era tan buena como cualquier otra, por que era mejor que ninguna. Simplemente asentí, dandole carta blanca para seguir.
Mientras, comencé a pensar en lo que se suponía iba a hacerme. Me dí cuenta en ese momento hasta que punto estaba vacía. Ni siquiera me importaba que era lo que me haría, estaba tan poco interesada en todo que el hecho de estar en manos de un desconocido ya no tenía importancia. Ni siquiera la muerte me daría un consuelo, y yo lo sabía. Por ello no había intentado al menos quitarme la vida. Luego de la muerte de Genji, luego de haber sido tan feliz, la vacuidad se había convertido en lo único a lo que podía aspirar.

El retomó aquel morboso juego, repartiendo besos por todo mi rostro. Yo no oponía resistencia alguna, por el momento no me sentía amenazada por su cercanía como sucediera unos instantes antes.
Me pregunté si debía entregarme a aquel demonio como era su deseo. No me quedaba nada, por lo que para mí no supondría diferencia, pero el ápice de amor propio que me quedaba no me lo permitiría. Tal vez sería mejor dejar esa resolución para después. Si estaba de humor, tal vez le concedería aquel honor. Todo dependía de que tan bien me pareciera.

Su mano se volvió como una sombra, y metiéndose en mi interior comenzó a hurgar en mi cuerpo. Sentía como si fuera acariciada suavemente por miles de manos invisibles. Era una sensación grata, agradable, casi adictiva.
De a poco comencé a sentirme mejor. El dolor sordo que me había acompañado por tantos años, llevándose mi vida misma, poco a poco se hizo más leve, más tenue, hasta que no fué más que un leve velo sobre mí.

Me quedé viendo como Shirogane comía deleitado un gran trozo de una materia negra que había salido de mí. Era denso... La oscuridad pura de mi corazón.
Me sentía ligera, como si no fuera más que un cristal de nieve que flota en el aire. El dolor por la muerte de Genji seguía estando allí, pero ya no me paralizaba como antes.
-Me siento mejor. Mejor de lo que he estado en años. Debo decir Shirogane, que me siento agradablemente sorprendida. Has cumplido con tu palabra.

Lo miré detenidamente. Era un hombre sumamente atractivo, y había sido cortés y considerado. Había cumplido su palabra, y eso era decir mucho. Era un partido mucho mejor que cualquier otro ser que yo conociera. Me dije a mí misma ¿Por que no?
-¿Que es lo que quieres, Shirogane? Dimelo, y quizás te lo conceda.

Tenía ganas de mandar todo al diablo, y festejar mi recién adquirido alivio. Y el demonio no estaba nada mal. Yo ya no era una chiquilla estúpida, si no una mujer completa. ¿Por que no darme ese gusto?
-Dime un buen motivo por el cual tendría que darte el honor de compartir mi lecho contigo, y tienes lo que deseas, Shirogane.
Si tenía el suficiente cerebro como para inventar algo convincente, me divertiría un poco con él.

De acuerdo, era suficiente para mí. Sería mi afán de autodestrucción, pero me pareció suficiente. Despues de todo, ya lo había hecho en el pasado, y esta vez estaba impulsada por auténtico deseo, y no por curiosidad y despecho.
-Concedido.

Shirogane comenzó a besarme otra vez, con delicadeza y falsa ternura. Yo tomé en ese momento sus manos, deteniéndolo. Me paré luego de soltarlo, y le hice una seña para que se levantara también.
-Aqui no -fueron mis escuetas palabras.
Comencé a caminar, rumbo a la cabaña del cuidador del cementerio, sin fijarme siquiera si Shirogane estaba detrás mío o no. De ninguna manera me apetecía estar en la humedad de la tierra, y aunque la casucha del viejo no era un palacio, por lo menos era un lugar seco, y más cómodo que el suelo.

-Si querías corromper mi inmaculada belleza, tendrías que haber venido antes, querido príncipe... De hecho, en este lugar te ganaron, Shirogane.
Ah, era una pena... Tal vez si me hubiera encontrado a Shirogane en ese momento, mi vida hubiera sido radicalmente distinta... Pero no me servía pensar en esas cosas. Aunque parecía que mi vida siempre llegaba a un punto de quiebre en ese cementerio. Era el mismo lugar, una situación muy parecida, e incluso los dos tenían el cabello largo y de color plata. ¿Sería coincidencia, o tal vez era el karma?

Sus palabras eran como las de la serpiente que tentara a Eva en el huerto en edén, tantos eones atrás. Oh, si... la serpiente que había sido el primer peldaño en mi escalada hacia el caos.
Me dí vuelta, y puse mi rostro a centímetros de Shirogane.
-Hazlo... Hazme olvidar hasta mi nombre... y te juro que tendrás lo que desees de mí.

Comenzó a desvestirse con celeridad. Aparentemente, Shirogane deseaba aún más que yo saciar sus apetitos carnales.
En cuanto a mí, había recuperado un poco de mi antigua vitalidad. Me sentía un poco más parecida a la Miyuki que había existido una vez, hacía ya mucho, la que todavía tenía convicciones y deseaba encontrar aquello que hiciera su vida más interesante, más fructífera. De todas formas, mi rostro aún permanecía inexpresivo la mayoría del tiempo, pero ya no era la máscara sin vida de antes.