Una sentencia de muerte -Priv. Griffith -

Más allá del castillo de Lucifer, y más allá del castillo rojo donde se guardaban los cuerpos de los muertos, estaba el demonio encadenado, desconocedor de los delitos que habría podido cometer.

Gillthanas estaba desnudo de cintura para arriba, cubierto por arapos y jirones de tela negra que en realidad escondían en su interior correas de pinchos y espinos metálicos que se clavaban en su carne, quedando presas en ella y evitando así que las heridas, sangrando sin cesar en ningún momento, pudieran cerrarse. Gillthanas no moriría desangrado, pero aquel derrame contínuo le provocaba mareos, desorientación, y una agobiante sensación de ahogo y hambre que podía enloquecerle en cualquier momento.

A pesar de ello, y a pesar de estar colgado también del techo por cadenas, el demonio había sido entrenado para soportar dolores y torturas que atentaban con el juicio mental de cualquier ser vivo, y allí estaba, empapado de sangre de arriba a abajo, cegado por ella, por las cadenas y los alambres, y meditando profundamente para mantener su cuerpo en silencio, frío y tranquilo ante todo lo que se movía a su alrededor.

El tiempo había pasado. ¿Cuánto? Ni él mismo lo sabía. Había vagado todos sus años por los caminos inescrutables del destino, y, entonces, por aquel tiempo, ni tan siquiera podía mantenerse en pie. Se había vuelto en un ser casi felino donde sus instintos primarios le dominaban.

Por suerte o no, gracias a un viejo amigo escondido en la esfera de los Diablos, apareciendo en el lugar por suerte pudo ayudarle. Le ofreció parte de su immortalidad a cambio de ser el de siempre pero, más fuerte, conservando garras y colmillos pero con todos sus recuerdos.

Por supuesto, aceptó.

Recordaba más o menos lo que había pasado en los últimos timepos así que se levantó sin pensarlo un día, recordando a aquel hombre de pelo grande y constitución robusta que tanto tiempo había permanecido a su lado.
Indicaciones. Pasó el tiempo indagando hasta que halló pistas. ¿Cuántos cadáveres habían yacido bajo de él para saber aquello? No le importaba.

Fue andando hasta es elugar, ataviado con ropajes oscuros y cargado con mil armas encima, todo él era una espada de doble filo.

-Gillthanas -dijo en el momento en el que se posó delante de aquella figura. Se acercó a él, cuidadándose que nadie atacara- ¿Estás bien?

El demonio se removió un poco, emitiendo un largo y grave gruñido de incomodidad y dolor acumulado, tan doloroso que todo su cuerpo estaba anestesiado, dormido. No se sentía nada de cuello para abajo.

-¿Aaa?-el demonio entre abrió su ojo sano, siendo lo primero que vio aquel suelo encharcado en su propia sangre, rojo oscuro, ya coagulada. Alzó un poco la vista subiendo por el cuerpo el diablo hasta llegar a su rostro y reconocer aquellas facciones, no yendo más lejos que de la noche en la que le vio en el cementerio.

Gillthanas volvió de dejar caer la cabeza, cerrando los ojos y dejando que sus cabellos también empapados en sangre cayesen por delante de su cara.

-Jamás me había sentido tan vivo-logró a decir conservando su tono sarcástico de siempre, arrastrando la voz por el suelo.

Sacó una Suzi 36 de su bolsillo y luego apuntó a las cadenas que le tenían atado con gran precisión, haciendo que aquel cuerpo cayera al suelo de golpe.

-Perdona por no ser delicado, es por si no te sentías suficiente vivo -se acercó a él y luego le fue rompiendo las cadenas con las propias manos- Te has amariconado? No podías romper esto? -dijo con una sonrisa con la mirada clara y cristalina- Me acordé de ti y decidí venir a hacerte una visita, no sabía que te gustaba jugar al ser el pasivo en la relación, me lo hubieras podido decir antes.

Miró toda la sangre del lugar y sin voltear la cabeza apuntó con la arma por la espalda, matando a un demonio con una de sus balas de plata.

-Ah... -sopló el cañón y luego le levantó cuidadosamente, arrancándole todos aquellos artilugios- Te llevaré a mi casa -dijo mirando sus heridas- Hasta que te recuperes al menos.

Le cargó en la espalda con facilidad, a pesar de ser más alto le tenían bien cogido subido a caballo.

-¿Vas bien?

-Mmm.... Griffith... puedo andar, deja de hacerte el héroe...-le dijo desembarazándose de él, dando un par de pasos hacia atrás hasta topar con una columna, clavándosele más profundamente todos aquellos pinchos al toparse contra la piedra.

Ahogó un gruñido de dolor, haciendo que aquello le despertase. Podía notar la desorientación y el desasosiego por la falta de sangre, y aunque pudiese caminar no sabía ni donde estaba.

-Ah... Griffith... siempre te he querido...-masculló con los ojos cerrados, apoyando una mano en su hombro y cargándose sonbre él para abrazársele-. Menos cuando quieres hacerte el machote conmigo. En esos momentos te odio con toda mi alma. Ahora mismo te odio... te mataría... a besos...

-Te han drogado ¿verdad? -preguntó con una sonrisa- No me gusta nada este Gillthanas -le abrazó suavemente y luego le besó la nariz- Vamos, señor que se está desangrado- Tenemos que salir de aquí antes que aparezcan más demonios, me ha costado más de lo que crees llegar a este lugar. Y, pro cierto, estate quieto y deja de clavarte los pinchos o te van a llegar hasta los huesos y para arrancarlos no tendré piedad -sentenció con una voz seria volviendo a tomarle con fuerza y alzándole con facilidad para tener una mano libre donde tenía el arma cargada de balas.

Fue pasando por varios caminos, donde los cadáveres estaban, matando a todos los vivos del camino y terminando por llegar a una salida un tanto estrecha.

-Está bien, sube tú primero, te cubriré las espaldas, allí ya estarás seguro, hay un portal que te llevará a mi casa -comentó besando su pelo- Tira arriba.

El demonio miró arriba y después se giró hacia el diablo un momento.

-¿Quieres salir del infierno?-le preguntó antes de mirar hacia los pasillos, tratando de recobrar el sentido aunque seguía viéndolo todo borroso y los sentidos no le funcionaban con la precisión con la que estaba acostumbrado a sobrevivir-. En ese caso démonos prisa, porque cada dia a estas horas bajan a llevarme comida y a apretarme un poco esta mierda...-dijo mirándose mientras empezaba a subir, tocando aquellas telas que escondían los alambres de espino.

Le ayudó desde abajo y luego al ver que venía un guardia subió con rapidez, empujándole para entrar dentro. Vio entonces que un grupo empezaba a entrar y juntó las manos en una invocación que hizo que aquello se cerrara de golpe estrujándolos hasta romper todo su cuerpo.
Respiró luego y se sentó, estaba mareado por hacerlo tan rápido.

-Ugh... -la casa aquella era enorme- Es nueva -dijo con una sonrisa, un amigo me ayudó a tener todo esto y a conseguir más poder -se estiró en el suelo y luego le miró a los ojos- Ven, te quitaré esto de la carne- le tumbó en el suelo y luego fue despegándolo de su piel poco a poco, tirándolo a un lado y cubriéndolo con un paño de agua- ¿Bien?

-¿Bien?-repitió pasándose una mano por la frente-. Tira de eso con fuerza, no vas a matarme...-le dijo jadeando un momento y tomando aire profundamente para retenerlo en los pulmones-. Las heridas se cerrarán de inmediato y el dolor se irá, ¿tienes miedo de hacerme daño? Te olvidas de que soy un cabrón implacable...

Gillthanas se incorporó, sentándose en el suelo delante de él y mirando las manos del diablo que se manchaban con su sangre, ya reseca y fría.

Asintió con el rostro y luego tomó aquella enorme placa con pinchos con las manos, apretando con fuerza y luego estirando como pudo hasta que sintió el ruido de la carne despegándose de su cuerpo y la piel quedarse impressa en aquella placa. Continuó estirando de ello con ira hasta que consiguió sacarlo todo, viendo los pinchos que eran mucho más grande de lo que hubiera pensando.

-Ahg... -lo arrojó a un lado y luego le miró- ¿Algo más? -preguntó yendo a por toallas húmedas para limpiar la sangre reseca- Vamos a darte una ducha entera para que se vaya todo esto.

Ante el tirón Gillthanas trató de aguantar un alarido de dolor que finalmente quedó ahogado en su garganta, temblando de arriba a abajo para resoplar después, dolorido. Sus heridas se curaron de inmediato, en apenas unos segundos su carne se cerró, cicatrizándose sin dejar rastro, aunque los espasmos de dolor aún le seguían sacudiendo.

-Será mejor....-dijo al fin yendo hacia él, mirándole a los ojos un momento-. ¿Sigues ayudándome porque no tienes nada mejor que hacer y tu vida carece de emoción alguna o porque realmente estás loco por mi? Cabezota...

Le miró a los ojos y luego le levantó.

-Será porque estoy aburrido -musitó acompañándole a la ducha- Aunque ahora soy más frágil. He dado parte de mi immortalidad a cambio de fuerza y no volver a ser aquel animal -colocó el agua templada y luego le desvistió tranquilamente sin dejarle sin nada de ropa, metiéndole dentro y ayudándole a ducharse y limpiar toda la sangre reseca, sobretodo la de la espalda.

-¿Ahora que te he salvado no me adoras o algo así? Podrías ofrecerme tu cuerpo o tu amor -dijo con una sonrisa arrojándole una toalla una vez terminaron- No estaría nada mal.,

-Si, estaría muy bien-le contestó pasándose la toalla por la cara, manteniéndola presionada allí unos instantes para luego rodearse la cintura con ella-. ¿Crees en serio que alguien como yo puede enamorarse de tí?-le preguntó apoyando ambas manos en la cadera, mirándole-. Si crees que es posible, quien tiene el trabajo de lograrlo eres tu...

El demonio sonrió, suspirando y sentándose en el borde de la bañera, resoplando una vez más. Aquellas últimas semanas habían sido terriblemente dolorosas, sobre todo mentalmente, pero no habían conseguido nada de él.

Le observó de reojo y luego tiró de su brazo cuidadosamente, ayudándole a levantar.

-Ahora estás aquí ¿no? Esta casa es peor que un arsenal atómico, nadie te molestará en este lugar, descansa hasta que te sientas con fuerza -le tomó nuevamente en brazos como si fuera un globo, junto la toalla y le arrastró a la cama enorme, depositándolo allí encima- Sólo tengo una habitación así que deberás aguantar dormir conmigo, aunque la cama es suficinete grande como para no rozarnos ni queriendo.

Abrió su gabardina y fue dejando las armas encima de la mesita, haciendo un gran montón y luego sonriendo para quitarse una pistola de dentro de sus calsoncillos.

-Equipado hasta la médula -le guiñó un ojo, quedando en ropa interior y tomando una sudadera bastante grande que le iba hasta las rodillas para dormir- Si quieres algo de ropa simplemente cógela, si prefieres dormir desnudo, mejor para mí, notaré más tu calor -comentó recostándose encima las mantas

-Siempre me desnudo... pero no duermo. Creo que eso ya lo sabes....-dijo aún sentado sobre el colchón, mirándole un momento-. ¿Para qué tantas armas si sólo tienes dos manos?-le preguntó mirando aquel montón. Él mismo como muchísimo utilizaba sus hachas gemelas, una espada, o su propio cuerpo.

Respiró un poco más sosegado y tranquilo. No tener todas aquellas cosas encima clavándosele cada vez que respiraba era un verdadero alivio.

-Dijiste que querían matarme-recordó entonces pasándose la mano por la nuca-. Pero me han tenido casi un mes colgado...

Se encogió de hombros y guardó las armas en el enorme cajón.

-Es por si pierdo alguna o se acaba la munición, llevaba el triple y sólo ha quedado una parte -dijo con una sonrisa acercándose lentamente a él- No sé qué intenciones tienen, ya lo investigaré, he estado buscándote todo este tiempo -se acercó a su rostro y se separó sin rozar a penas sus labios- Ahora deberías descansar, aunque no duermas... Seguro que tu cuerpo lo agradece bastante -palpó su pecho fuerte y luego sonrió- Sigues estando perfecto por lo que veo.

-¿Te lo parece? Pero no es un cuerpo real, por ese siempre es asi-le dijo mirándole un momento y palpándose él mismo el pecho, notándolo todo en su sitio. Ahora que estaba limpio estaba mucho más cómodo.

-Mañana... si te interesa seguir matando a gente, creo que te acompañaré. He perdido mucha sangre que no se va a regenerar y necesito alimentarme-le dijo rascándose el estómago y después tumbándose a su lado, metiendo la mano por debajo de las sábanas y también por debajo de la sudadera que se había puesto el diablo, acariciándole el estómago-. Pero no vuelvas a cogerme en brazos. No soporto que lo hagan. Yo tengo que ser el más fuerte, ¿comperndes?-le dijo con una media sonrisa.

Sintió aquella mano y luego le miró a los ojos con una sonrisa.

-Un día... un día en un árbol creo que te volviste loco y me rogaste que te tomara -dijo cerca de su oído- Creo que me acordaré el resto de mi vida cómo lo pedías y lo alterado que estabas -deslizó una mano por su estómago suavemente y luego le besó el cuello- Tampoco se ha sentido mal el sacarte del lugar como una princesa en apuros. Si no fuera por mí aún estarías allí sangrando, desagradecido -sin decir nada le besó los labios profundamente y luego echó a reír, apartándole la mano- No sé por qué pero a tu lado siempre me excito facilemnte.

-Eso es porque quieras o no admitirlo te mueres por mi-le dijo apoyando la cabeza en la mano, clavando el codo en la almohada, mirándole-. Pero te agradezco que me hayas sacado de allí. Me gusta el infierno pero para que sufran los demás, sentirlo en mi propio cuerpo no es tan emocionante...

Se rascó el costado con la mano que el diablo había apartado de su estómago.

-Acabarás diciéndomelo. Te obligaré a hacerlo y después te haré sufrir vilmente-le avisó entrecerrando los ojos un momento, inclinándose sobre él para rodearle con uno de sus anchos brazos-. Porque... creo que la primera vez que estaba contigo, la primera etapa, me gustabas.

Le tocó la nariz y luego le besó los labios de nuevo, besando su cuello lentamente y dejando una marca considerable en su piel, recostándose y obligándole a ponerse encima, rodeándole con ambas piernas.

-No es mi culpa que seas tan sexy y sepas mentir tan bien -susurró acercándole lentamente cuerpo contra cuerpo hasta encajar perfectamente- Me gusta que me digan cosas y extrañamente contigo me excito con facilidad -se estiró y sonrió, tomándole de la mandíbula y volviendo a besarle- Pero en fin, será mejor que vayas a descansar, estarás cansado y con falta de sangre, no?

Gillthanas le miró a los ojos un momento y se apoyó contra él, tumbándose sobre su cuerpo y dejando la cabeza sobre la almohada, con los labios pegados a su oído.

-Lo estoy-le contestó con suavidad-. Pero te compensaré si es lo que necesitas, mañana quizás, después de que coma...-sonrió y se restregó contra él, echándose un poco hacia un lado, sujetándole uno de los muslos con los que le presionaba para llevárselo consigo.

-Pero... yo si me acuerdo de aquel mismo día. No de que yo te implorase un poco de amor... fue el día que me dijiste que me querías. De mentira, claro... ¿Lo recuerdas todo menos eso? Qué especial eres...

Sonrió y luego se aproximó de nuevo a su oído.

-¿Qué pasa? ¿Quieres que lo diga? -se aproximó a su cuerpo y luego le besó el cuello suavemente, bajando por su pecho- Te quiero, te deseo -susurró en su oido para luego acariciar su estómago- ¿Es eso? ¿Ahora qué? -cuestionó alejándose un poco- ¿Vas a detenerme o a comerme? -dijo dándole la espalda- Descansa de una vez y recuperate, luego iré a preparar algo de comer aunque ya sé que no comes..ah -se levantó y abrió un armario que era una nevera, sacando bolsas de sangre- Aquí tienes, al poder beber y alimentarme ahora de sangre tengo que tener de reserva -dijo con una sonrisa- No me acordaba. Toma la que quieras, es del hospital

Gillthanas cogió aquella bolsa, moviéndola un poco y viendo como la sangre iba de un lado para otro.

-No, claro que no sirve-le dijo alzando una ceja y sonriendo-. Cuando alguien... no se, alguien me lo diga en serio creo que sabré de la autenticidad de esas palabras, y entonces si me lo creeré.

Abrió la bolsa y la alzó sobre la cabeza, volcándola en su boca y dejando que toda la sangre cayese a su garganta, tragándola con hambre para terminar con toda la que había. No era suficiente, pero se sintió regenerar y era una gran ayuda.

-Gracias de nuevo-le dijo mirándole, pasándose la lengua por los labios y acercándose a él para besarle suavemente en la comisura de los labios-. Te detesto... en serio que me pones enfermo cada ve que te mueves, pero eres tan jodidamente tentador... cómo te odio.

Le miró a los ojos y luego se acercó a él para morderle la yugular y apresarle entre sus brazos.

-¿Y por qué no caes de una maldita vez en la tentación? -preguntó ignorando las primeras palabras- Si tan poco me creyeras entonces no recordarías la primera vez que te lo dije -susurró recostándole y abrazándolse suavemente para desplazar una mano por su pecho, quedando con una rodilla a cada lado y pasando a acariciar su sexo con lentitud para luego sonreír y quitarse de encima, ladeándose y metiendo un dedo en su boca para alejarlo luego y sonreír- Si quieres allí hay más sangre... -susurró colocándose bien la sudadera y tapándose con las mantas.

-¿Quieres?-le preguntó extrañamente cegado por aquella momentánea sensación de frescor, como si avivara levemente. Se inclinó sobre él, besándole apasionadamente, de forma posesiva si cabe mientras una de sus manos apartaban las mantas nuevamente y se alargaba hasta su ropa interior para comenzar a bajarla sin más.

-No puedo negarte que me resulta imposible ignorar ocasiones así... Además no eres el único aquí que se excita con la sóla presencia del otro...-le dijo al oído, dejando un leve jadeo, casi como un gemido mientras le arrancaba aquella ligera prenda de ropa arrojándola al suelo-. Eres un maldito cabrón, diablo de mierda... odio a toda vuestra puta especie. Te relaciono con el orgasmo, ¿sabes?