Una sentencia de muerte -Priv. Griffith -

Griffith le miró a los ojos unos instantes y luego le acarició la mejilla, sonriendo a penas y estirándose en la cama.

-Soy un estúpido -murmuró secándose él mismo las lágrimas- Siempre tengo que querer las cosas más imposibles... -le tocó la mejilla y le abrazó- Pero no importa... Agradezco que te quedes a mi lado, no debería quejarme tanto y dar gracias por verte conmigo en este mismo momento a mi lado...

-Perdona por todo... de verdad... Perdona... -se frotó las propias mejillas- Ya está, ya se me ha pasado... Soy idiota -sonrió de nuevo, tocándose la nuca- Realmente parezco una mujer...

-Tan sólo eres lógico-le respondió con suavidad, mirándole todavía a los ojos mientras le cogía una de las manos y tiraba suavemente de él-. Pero ahora levántate, hay cosas que hacer.

Gillthanas vaciló un momento y se levantó de la cama, girándose de nuevo hacia Griffith y tirando con suavidad de él, obligándole a levantarse y a ponerse en pie.

-Creo que los problemas ya han comenzado. El cielo está rojo...

Le miró a los ojos unos instantes y luego se lo quedó mirando.

-¿Rojo? Mierda... -se mordió el labio inferior- ¿Por qué no has dicho eso antes, idiota!? -le apartó unos instantes yendo al armario y empezando a vestirse con sus ropas de cuero, guardando varias armas con munición diferente por los distintos lugares de su cuerpo.

-Dúchate y vámonos -dijo saliendo fuera y mirando el cielo, sus ojos parecían haber cambiado a un azul cristalino y a ojos de asesino, como si no hubiera estado llorando por nadie.

-Mierda -frunció el ceño, cruzándose de brazos.

-¿Ahora tienes prisa?-preguntó mirándole como iba de un lado para otro, mientras él seguía en el sitio sin moverse ni un centímetro, separando las manos del cuerpo.

-A ti no te acusan de nada, eres un jefe de guerra... ya te llamarán cuando te necesiten ¿no? Lo que tienes que hacer es reunir a tus hombres... No es urgente, tan sólo es un preludio...

Le miró unos instantes y negó con la cabeza, tomándole de la mano.

-No tienes ni idea ¿vale?! -dijo alterado llevándose la manos a la nuca- ¡Vamos! ¡Dúchate y vístete! ¡Tenemos que irnos! -le empujó hacia dentro, su rostro estaba serio y había cambiado completamente de expresión.

-Vamos por favor -murmuró andando de un lado hacia otro- Te lo contaré más trde.

Le miró un instante y después fue tras él.

-No necesito ducharme, vámonos ya-le dijo con tranquilidad pero seriamente. Nunca sabía nada de contratos de guerra por lo cual tampoco sabía qué hacer exactamente en casos así. A penas caminó con él hasta la salida, viendo un temprano amanecer con el cielo aún teñido se suave rosado-. ¿Qué es lo que ocurre?

Le miró a los ojos y luego le tomó por la muñeca para que fuera andando mientras se lo contaba.

-Aquella noche, cuando llegué al escondite de los vampiros y tú te fuiste, quedándome yo fuera... No sólo me encerraron para torturarme... sino que durante ese tiempo estuvieron buscando en mí para encontrar alguna pista que pudiera conducir a tu padre.

Le miró de reojo y luego frunció el ceño.

-A pesar de no poder conseguir nada me convirtieron en su títere. No podía pensar, ni actuar, ellos llevaban mi cuerpo y mi mente. Digamos que en el infierno también reinan dos partes. Lucifer y Belzebú -comentó mirándole- El problema ocurrió cuando me obligaron a matar a la esposa de Belzebu. Era hacer aquello o ir a por ti a matarte... -dijo apartando la mirada- Así que no me resistí a las órdenes -miró el cielo y luego suspiró- Pero no salió como quisieron y luego me delataron... Haciéndote a ti también cómplice por esconder a tu padre y por estar bajo sus órdenes, dichos como traidores entonces.

-En una misión me encontré con un viejo amigo. Él me pudo ayudar, me pudo quitar aquella condena, convertirme en algo mucho más fuerte y cruel pero también más mortal...
Me enteré que te habían raptado y luego fui a por ti.

-Es decir, esto indica que ahora medio mundo nos busca para matarnos -dijo él mirando alrededor- Y no se trata de demonios ni tampoco de diablos, sino de farces, una especie que según cuenta la mitología es más poderosa que ninguna raza.

Le miró a los ojos unos instantes y luego entrecerró los ojos.

-Nos encontraran, tarde o temprano.

Gillthanas le miró espectante, como no dándose por vencido a creerse aquello.

-¿Tarde o temprano? ¿Eso qué significa? ¿Que hagamos lo que hagamos nos cogerán?-preguntó tratando de saber cuál era el sentido de todo aquello. Realmente le parecía haber estado todo aquel tiempo. En realidad había vivido siempre debajo de una piedra.

-¿Qué tienes pensado hacer ahora?-preguntó moderando un poco el tono después de un momento.

Griffith se giró un instante y sonrió a penas.

-No te preocupes... te protegeré con mi vida -dijo guiñándole un ojo- Quiero que encuentres a tu padre y que esto acabe de una vez por todas... así que haré lo posible para que la victoria sea para ti y no para ellos -murmuró acariciando su cabello- No pienses en ello ahora.. no vale la pena, todo llegará

-Llegará, pero tienes prisa, prisa para qué, ¿para enfrentarte con algo que te superará sin más? Que luches por mi es muy bonito, Griffith, pero no me acara nada, ni si quiera me deja claro si tengo posibilidades de conocer a ese hombre.

Últimamente se replanteaba mucho el querer conocer a aquel que decía ser su padre. No sabía el por qué, si por encontrarse con el causante de todos los problemas que le habían atacado en aquellos últimos meses o como el mal miembro de una familia en la que no creía.

Le miró a los ojos unos instantes y luego se aproximó a él, tomándole el jersey.

-Yo decidiré mi destino ¿de acuerdo? Yo sabré qué hacer en el preciso momento, así que mientras yo viva, vas a seguirme... Sé perfectamente qué ocurrirá... Y sé que daré mi vida por ti -musitó mirándole a los ojos- Sé que no crees en el destino, pero sólo te diré que... en el momento que suceda eso... No te quedes a mi lado, echa a correr hacia delante y encontrarás tu respuesta.

Su voz era neutra, con los ojos suaves y delicado.

-¿Lo harás?

-Haré el qué-le preguntó mirándole y dejando caer ambos brazos al lado del cuerpo, dejando caer con suavidad la cabeza hacia atrás mientras miraba a otro lado.

-No puedes pedirme... llorando-dijo mirándole de nuevo- que me quede contigo, y que no me vaya de nuevo, para después asegurarte que corro por mi propia vida y mis intereses sin contar para nada contigo. Me fui una vez porque me confundías, y mira lo que ocurrió, todo esto... No vuelvas a hacérmelo, Griffith...-dijo dando un paso atrás sin dejar de mirarle-. No quiero irme de nuevo...

Le observó unos instantes y le tomó de la mano, sonriendo y apretándola.

-Es demasiado tarde para intentar arreglar algo ¿vale? -dijo acariciando su cabello- Pensé que todo esto sucedería más tarde pero ha llegado el momento... No podemos detener el tiempo... Así que... deja de decir estupideces, acabe como acabe terminarás al lado de tu padre. Lo que hagas entonces sólo podrás elegirlo tú...

Le besó la frente haciendo puntillas.

-Porque sabes...? Vi nuestro futuro -entrelazó sus dedos con los ajenos y luego tiró de él- Debemos andar, Gill.

Estuvo un momento caminando a su lado, remolcado por él sin ofrecer ningún tipo de resistencia.

-¿Lo viste? ¿Y era bonito?-preguntó con un ligero tono de sarcasmo del que no se había hecho responsable ni consciente, mirando a otro lado-. A dónde vamos-le preguntó sin mirarle mientras dejaba la vista perdida un instante en aquel cielo rosado que poco a poco cn la luz del día se iba limpiando, se iba disfrazando de aquel azul impecable.

Le miró a los ojos y le besó la mano.

-Era bonito, sí... -murmuró mirando hacia otra parte evadiéndose de aquel comentario- Sobretodo porque tú... mmm... -se tocó el pecho ante un pequeño estruendo que notó por lo que se detuvo- Tenemos que ir andando a unos cuantos... quilómetros de aquí... Nos esperará una persona... Lo vi también -dijo apretándose en ese punto- Mierda... -suspiró profundamente y luego apretó los labios y dientes con fuerza, dando un golpe al suelo y levantándose minutos después- Cuando me llaman por allá abajo, me dan horribles dolores en el pecho... Pero mi mente puede más que ellos.

Dijo respirando de forma agirtada, andando.

-No podemos usar poderes o no llegaremos.

Sin entender qué ocurría le siguió, mirando atrás un par de veces y volviéndose al diablo para colocarse a su altura.

-Griffith-le dijo con un tono más alto y rudo de lo habitual, cogiéndole del brazo y obligándole a que se parase en seco, apetrando con cierta fuerza y mirándole a los ojos-. No me gusta que me cuenten las cosas a medias. Qué ocurre y a dónde vamos. Quiero saber lo que pasa de una vez, ¿me oyes? O vete tu solo-le dijo declarando con los ojos blancos y centelleantes clavados en los azules ajenos.

Le miró a los ojos y luego sonrió a penas.

-Ya te lo he dicho. Debemos andar hasta llegar pasando el bosque. Nos va a costar más de un día así que deberemos ponernos ya en marcha. Pensé que esto tardaría más a ocurrir y no ha sido todo. Vi todo lo que ocurriría. Hasta el momento, todo se ha cumplido.

Le acarició la mejilla.

-Cuando estemos a punto de llegar aquellos bichos van a interponerse en nuestro camino... Pero yo les entretendré, tengo suficiente fuerza para aguantarles un rato, el suficiente para que tú vayas corriendo hacia la colina donde habrá un chico. Tócale y directamente irás donde está tu padre. Después de eso todo esto habrá terminado -dijo tomándole de la mano- Hazme caso y confía en mí ¿de acuerdo?

-Confío en ti, Griffith. Pero después qué...-le miró a los ojos un momento. Iba a decirle algo más pero apretó los dientes y echó a andar de nuevo en aquella dirección, internándose en el bosque aún fresco y algo húmedo por el rocío de la madrugada.

No tenía nada que perder, no dejaba nada atrás de lo que no se lastimase en olvidar, pero sin embargo le estaba costando caminar más que nunca. Cada paso que daba era doloroso, y como siempre, no lo comprendía.

-No tengo preguntas, Griffith. No tengo que irme con mi padre ahora, no me aclarará nada. De modo que cambia de planes.

Griffith le miró a los ojos y le tomó de la mandíbula.

-Escúchame. Haz lo que quieras pero esto debes hacerlo ¿entiendes? Irte de aquí no va a solucionarte nada. Todo, absolutamente todo, ya está predeterminado... ¿Por qué crees que sabía dónde estabas Gill?... -le miró a los ojos y sonrió- Ellos te matarán, no quiero que eso ocurra ¿vale? Debes vivir... Sabes que no eres de piedra, aprovecha eso mismo...

Entrelazó de nuevo sus dedos con los ajenos.

-Mírame a los ojos... -le acarició la mejilla y luego juntó su frente con la otra- Vamos a terminar con esto... En cuanto tengan a tu padre se habrán terminado las guerras y todo volverá a estar en paz.

Miró el cielo unos instantes.

-Cuando anochezca dormiremos encima de un árbol o similar y a los primeros rayos de sol seguiremos con la marcha ¿vale? Así que venga, andando -le dio un suave cachete y le besó la mejilla.

-Te matarán, Griffith...-le dijo tomándole del rostro para que volviera a mirarle-. Te dije que confiaba en tí, y así lo haré, pero antes dime qué estuviste a punto de decir antes, cuando me dijiste que era una predicción de un futuro bonito porque yo... yo qué.

El demonio le miró a los ojos y le abrazó con suavidad pero estrechándole con cariño, refugiándole un momento entre sus brazos, tan sólo un instante para retenerle durante aquellos segundos y tratar de recordar todo aquello lo más nítidamente posible.

Griffith le miró a los ojos y le besó los labios.

-Seguiré queriéndote siempre Gillthanas, me has dado y enseñado lo que nadie, has conseguido entrar en un lugar dentro de mí que nunca nadie, absolutamente nadie, había tocado... -le besó los labios suavemente y echó a andar- Vamos a buscar un árbol grande para dormir ¿vale? Tenemos que estar descansados para mañana... -le acarició el pelo como una madre a un hijo y luego le abrazó también, separándose de su lado- Vamos pequeñito -le tomócon los dedos la mano y empezó a andar hasta encontrar uno de ellos enorme, enfilándose con habilidad arriba y quitándose la gabardina donde tenía todas las armas.

-Vamos... -murmuró mirándole desde arriba, acomodándose allí- Ven, veremos la puesta de sol juntos... Ya sé que no te van las cosas románticas... pero por hoy podrías complacerme.

Gillthanas aún permaneció un momento abajo, con una mano puesta en el tronco del árbol. Y aún tardó un poco en serenarse y en decidir subir hasta donde estaba Griffith, sin mirarl, sentándose a su lado.

-¿Y después?-preguntó nuevamente entrelazando las manos sobre las rodillas y mirando a lo lejos, entre las ramas-. Después de que tu te quedes y luches, y yo me vaya... ¿Qué hay?

Aquello llamado destino en lo que todos estaban tan convencidos de depositar un voto de confianza le parecía tan cruel y traicionero que no parecía sacado ni si quiera de una de las peores torturas del infierno.

Griffith se apoyó en su hombro y le tomó de la mano con cuidado, acariciándola.

-¿Quien sabe? Eso no importa... -levantó el rostro, besándole la mejilla- Todo estará bien... para ambos... -le miró unos instantes y luego le tomó de la mejilla- Estoy... feliz... creo que esta mañana me comporté de forma inadecuada... perdóname ¿vale? -fijó la vista en el horizonte, observando el sol- Este astro es como el fénix. Renace cada día de sus propias cenizas y borra el manto negro del cielo para dar luz al planeta, para que nosotros vivamos y los demás seres vivos...

Jugueteó con la mano del demonio y tras ello cerró los ojos.

-Te quiero... -murmuró bajando la mirada, sabía que Gillthanas odiaba que le dijera aquello, por lo que se retiró un par de centímetros de él y se quedó encogido aferrándose a las rodillas- Será mejor que vayamos a dormir.

-¿Lo crees?-le preguntó mirándole, volviendo el rostro-. ¿Crees que actuaste de forma inapropiada?-el demonio tragó saliba, con una mano en una de sus rodillas, rascándola a penas de forma algo nerviosa pero ausente completamente-. ¿Estaría mal si lo hiciera yo también?

Guardó un momento de silencio, como si le costara recuperar el aire entre palabra y palabra. Volvió a coger la mano que Griffith había soltado y tiró de él con suavidad.

-Dímelo de nuevo-le pidió con suavidad-. Te dije que si me lo repetías muchas veces terminaría creyéndomelo-dijo con una sonrisa algo amarga-. Dímelo una vez más y sabré que te amo tanto que me duele de forma insoportable.

Griffith le miró a los ojos y luego le acarició la mejilla. Llorar en aquel momento no era lo mejor que podía hacer así que guardó sus lágrimas para el último momento, ahora no era el mejor.

-Te quiero... -susurró en su oído abrazándole, enroscando sus brazos con fuerza por todo su cuerpo y besándole el cuello con los ojos cerrados- Hubiera estado bien.. estar juntos un par de siglos ¿verdad? -dijo con una sonrisa mirándole a los ojos- Pero así como sé nuestro futuro más inminente... también sé que encontrarás a alguien que realmente llene este interior que tienes... -se recostó encima de él, mirándole los ojos de nuevo- Tengo miedo ¿sabes? Miedo a separarnos...

-No sé qué me espera... y tengo miedo... por primera vez en mi vida -se acurrucó encima de él- Abrázame, por favor.